Que nadie se altere por el pecado de otro.
(Adm 11)
Al siervo de Dios nada debe desagradarle, excepto el pecado. Y de cualquier modo que una persona peque, si por esto el siervo de Dios se turba y se encoleriza, y no por caridad, atesora para sí una culpa. El siervo de Dios que no se encoleriza ni se conturba por cosa alguna, vive rectamente sin propio.
Y bienaventurado aquel que no retiene nada para sí, devolviendo al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.
V/ En alabanza de Cristo y su siervo Francisco.
R/ Amén.